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El mal, la crueldad y el dolor en el arte

La crueldad y el dolor son los ejes sobre los que gira una gran exposición sobre El mal, que acaba de abrir sus puertas en Turín. Unas ciento ochenta obras de arte, realizadas desde el siglo XV hasta nuestros días, recorren la muestra del polémico crítico Vittorio Sgarbi, en una dura exhibición, no apta para menores ni espíritus delicados. Desde que el mal asola al ser humano, irradiando su oscuridad, el hombre no ha cesado de intentar ponerle cara e imaginarlo, para poder identificarlo. Pero a veces se presenta con un encanto y fascinación tal, que nos lleva a replantearnos una vez más el misterio del mal.


Escrito por José de Segovia en Madrid el 22 de Enero de 2020 ·.·★ La lectura de estas 1047 palabras podría tomar 5 minutos


A Sgarbi se le ocurrió esta exposición mirando el Retrato de un desconocido de Antonello da Messina, una pieza del siglo XV, que muestra el rostro de un hombre con una extraña sonrisa. La imagen sugiere astucia, engaño y maldad. Al examinar de cerca la tela, el esteta italiano comprobó que alguien habí­a inflingido arañazos profundos sobre el rostro pintado, como en un ejercicio de exorcismo. A partir de ese momento empezó a buscar obras desasosegantes en la historia del arte.

Dos de ellas no han podido ser trasladadas al Pabellón de Caza de Stupigini, en las cercaní­as de Turí­n, donde se aloja la parte principal de la exposición. Una es el Beso de Judas de Giotto, que es un fresco pintado sobre un muro; la otra es el conocido cuadro de Munch, El grito, que fue robado del Museo de Estocolmo en el verano del año 2004. Otras dos piezas planteaban realmente problemas irresolubles, como son los retratos del Papa Inocencio X que hizo Velázquez y Bacon.

RETROSPECTIVA DEL MAL

En el palacete se pueden ver obras como La Medusa de Rubens, o la inquietante figura femenina titulada Tra me e me de Margherita Manzelli y el famoso Muchacho mordido por un lagarto de Caravaggio. Así­ como piezas de Goya, Munch y Picasso. Del siglo XX se pueden ver también piezas como la escultura Prisión de Adolfo Wildt o los rostros deformes de Bacon y la representación de la Silla eléctrica de Andy Warhol. .

La muestra se cierra con la conocida provocación de Mauricio Cattelan de los Niños ahorcados. El artista la presentó el año pasado en una calle de Milán, colgando de un árbol tres maniquí­es infantiles. La imagen fue considerada tan ofensiva, que un hombre intentó descolgarlos, cuando se cayó del árbol, siendo retirada la obra poco después por una orden municipal. Esta ′gran retrospectiva sobre el mal′ sitúa así­ al espectador frente a sus terrores inconscientes y ′la ambigüedad de la naturaleza humana, con su lado visible y su lado oscuro′.

La exposición se complementa con una selección de pelí­culas como La naranja mecánica de Kubrick o Salo de Pasolini, que se proyectan en el Museo Nacional del Cine que hay en pleno centro de Turí­n. La muestra incluye también filmaciones completas de decapitaciones de rehenes en Irak o las imágenes de los aviones estrellándose contra las Torres Gemelas de Nueva York, así­ como los rostros atormentados de los prisioneros de Auschwitz o una colección de fotografí­as de autores como Robert Mapplethorpe y viñetas del comic italiano Diabolik.

El mal ′moderno′ irrumpe en el arte, según Sgarbi, a principios del siglo XV. ′Hasta entonces el mal era abstracto y simbólico, hecho de monstruos y diablos′, pero ′a partir de ahí­ se hace concreto, cercano y reconocible′. Es cierto que para muchos hoy, el mal carece ya de entidad propia. No es una cosa, ni permite un bosquejo siquiera aproximado de los contornos que pueden definirlo. Pero las dramaturgias del mal nos ponen en contacto con nuestros fantasmas í­ntimos.

EL MISTERIO DEL MAL

La cuestión del origen del mal ha sido llamada a menudo ′el talón de Aquiles′ de la fe cristiana. John Stuart Mill plantea así­ el dilema: ′Si Dios desea que haya mal en el mundo, entonces no es bueno′, pero ′si él no quiere que haya mal, y el mal existe, entonces no es Todopoderoso′. Así­ que ′si el mal existe, o bien Dios no es amor, ó no es Todopoderoso′. Esta crí­tica ha marcado de tal forma el pensamiento actual, que ya no hay prácticamente ocasión alguna en que el hombre se enfrente al problema del sufrimiento, sin que diga: ′Si Dios existe, ¿por qué permite′.?′.

¿Cómo responder a esto? Aparte de la paradoja de estar hablando constantemente de un Dios inexistente, aquellos que precisamente niegan su realidad, no hay duda que nos enfrentamos aquí­ a uno de los mayores desafí­os para la fe cristiana. El problema no es nuevo. Grandes pensadores de la Historia de la Iglesia como Agustí­n de Hipona o Tomás de Aquino dedicaron mucho tiempo y esfuerzo a esta cuestión. El problema tiene que ver generalmente con nuestra definición de mal.

En el cristianismo clásico, el mal se define siempre por los términos latinos negatio y privatio. Se trata de la negación que supone la injusticia, la impiedad y la desobediencia. Así­ que para entender la injusticia, tenemos que tener antes alguna idea de lo que es justo, del mismo modo que para entender lo inhumano, necesitamos saber qué es lo humano. El mal es por lo tanto una negación del bien. Por lo que depende del bien para su definición. Así­ también la privación es una carencia del bien positivo, una falta de conformidad a la ley y un fracaso en la obediencia.

El no creyente, por lo tanto no sólo tiene el problema de explicar el origen del mal, sino también el del origen del bien. Ya que es sólo a la luz del bien, que el mal se convierte en un problema. El cristiano sabe de dónde viene el bien, pero no el mal. El no creyente no sabe de dónde viene ninguno de los dos. Por lo que la realidad del mal, irónicamente se convierte así­ en una evidencia indirecta de la existencia de Dios.

Escrito por José de Segovia en Madrid el 22 de Enero de 2020 ·.·★ La lectura de estas 1047 palabras podría tomar 5 minutos


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