Me da igual lo que digan los del zoo. Siempre que tiro cacahuetes a la jaula de los monos, están contentos. Así es como funciona buena parte de la oferta televisiva.
Reseña de Jordi Torrents
escrita en Barcelona el 22 de Abril de 2009
Lectura de 5 minutos o 1045 palabras.
Y es que, amigos, Tele 5 ha conseguido rizar el rizo con el que, seguramente, ya es uno de los programas más morbosos, denigrantes y zafios de su historia (en un duelo cuerpo a cuerpo con el desaparecido Aquí hay Tomate o con el Gran Hermano que no se va ni con lejía de la parrilla).
Hablo de El juego de tu vida, un engendro que la misma cadena vende como ′un concurso para medir la sinceridad de los concursantes′. ¿Un concurso? Al frente, situaron a Emma García, que desde abril del 2008 presenta el espacio, en un ejemplo de cómo una carrera profesional puede ir de mal en peor: Emma presentó durante cinco años el magacín A tu lado, que no era más de lo mismo en este tipo de programas, o sea, prensa rosa, marujeo, y famosetes casposos. De hecho, entre sus colaboradores no faltaban antiguos habitantes de la casa del morbo de Milà, pseudofamosos (como el Guardia Civil que se quedaba multas y luego se casó con la hija de Rocío Jurado) o pseudoperiodistas rosas como Karmele Marchante.
No obstante, apareció un atisbo de luz cuando Emma pasó al digno concurso ¡Clever! al lado de Mario Picazo, pero pronto volvió a hurgar en la basura en una de las imitaciones cutres de Gran Hermano, en este caso Supervivientes, con el mismo morbo pero rollo náufragos que tienen que pelearse por la raspa de una sardina y lucir moreno.
Pero cuando Tele 5 se cuela un día entero en el zoo, su bolsa de cacahuetes es muy grande, por lo que a Emma le tenía reservada una sorpresa, con uno de los proyectos más barriobajero, manipulador, morboso y antiético jamás perpetrado. Basado en un programa que ya funcionaba en los Estados Unidos, de acuerdo, pero igual de criticable. El juego de tu vida, en teoría, no es más que un sencillo concurso basado en la técnica del polígrafo con personas anónimas. De entrada, el primer engaño es al televidente, ya que ni polígrafo ni nada que se le parezca, y tan sólo una voz en off de esas tan cinematográficas que se limita a decir si la respuesta dada es verdad o mentira, mientras Emma y el concursante cruzan miradas, risitas tontas o caras de enfado.
¿A que podría parecer hasta un programa digno, estilo 50x15? ¡Pues nada que ver, se lo aseguro! Es obvio que no hay polígrafo, y que los detalles de la vida del concursante los consigue un equipo de guionistas, que deben taladrar a preguntas al propio interesado (seguro) y a familiares y amigos, sobre detalles escabrosos y de muy mal gusto sobre su vida. Además, la propia Emma, de repente, pone cara de reprobación, de jueza suprema, ante algunas de las confesiones del concursante, como perdonándole la vida, mientras pregunta a algunos de los incautos acompañantes que qué les parece la respuesta.
Infecto, sinceramente. Hasta 21 preguntas (en el momento de fallar, a la calle) para poder ganar hasta 100.000 euros. Un buen pellizco, pero a cambio de responder sobre cuestiones (todas las que adjunto, reales del programa) como si se quiere más a un hijo que a otro; sobre si se ha engañado al marido con varios compañeros de trabajo; sobre prácticas sexuales o sobre mentiras a amigos.
Entre las decenas de personajes que se han dejado humillar a cambio de dinero (o de nada, en muchos casos, cebos baratos, baratos) destaca el de un chico que se embolsó 100.000 euros (que cada uno haga sus cálculos sobre lo que eso representa, por ejemplo, en una hipoteca media) por admitir que, trabajando como mecánico, había engordado facturas, había vendido coches con el cuentaquilómetros trucado y había llegado a robar vehículos aprovechando sus conocimientos. Es decir, que no sólo se llevó a un delincuente al concurso, si no que se le dio el premio gordo como agradecimiento.
En otros artículos ya recordamos la afición de la cadena amiga a financiar delincuentes (Julián Muñoz y Luís Roldán, los más conocidos), pero la amiga Emma García, con su cara de ay qué ver lo que dices, se convirtió en cómplice de un chorizo sin ningún tipo de miramientos.
Otra chica, en una de las participaciones más deningrantes, confesó que le repugnaba acostarse con su marido, que pensaba estar desperdiciando su vida a su lado y que deseaba la muerte de su suegra. Y Emma, allí, tan profesional, tan serena y tan puesta ella. Eso sí, la chica acabó el concurso, se embolsó también los 100.000 euros y dijo que había valido la pena. Lo dicho, ni escrúpulos, ni ética, ni buen gusto, ni nada de nada. Y sí, la última chica tenía razón: ¡qué pena!
Escrito en Barcelona por Jordi Torrents el (2009-04-22) . Hasta el día de hoy esta página ha tenido 4101 visitas.

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