Esta película supuso un cierto resurgimiento del nuevo cine británico. Cuidada fotografía, estética decadente, amor por el pasado y ese inevitable toque british. Pero Un mes en el campo es mucho más que todo esto.
Reseña de José de Segovia
escrita en Madrid el 21 de Julio de 2011
Lectura de 4 minutos o 765 palabras.
Las pesadillas del restaurador en el campanario donde duerme se alternan con el éxtasis místico al que llega al contemplar la vieja pintura de la iglesia que restaura, que representa un Cristo reinante. Su amigo el arqueólogo repite con insistencia frases del Apocalipsis sobre la segunda venida del Señor en gloria y majestad. Pero si hay una idea que resalta es la del silencio de Dios. Pienso en el personaje de El diablo y el buen Señor de Sartre, Goetz: otro soldado que huye del combate para buscar a Dios, olvidando la locura de la guerra. ′Yo oré. Pedí una señal. Envié mensajes al cielo sin respuesta. El cielo ignoró mi propio nombre. Cada minuto me preguntaba qué podía ser a los ojos de Dios. Ahora sé la respuesta: nada. Dios no me ve, Dios no me escucha, Dios no me conoce. ¿Ves este vacío sobre nuestras cabezas? Ése es Dios. ¿Ves esa grieta en la puerta? Es Dios. ¿Ves ese agujero en el suelo? Es Dios otra vez. El silencio es Dios. La ausencia es Dios. Dios es la soledad del hombre′, dijo Sartre por medio de Goetz.
Un mes en el campo es una película de silencios y miradas. Silencios incómodos, como los del protagonista en la casa del pastor o en la del ′anciano′ de la ′asamblea′. Miradas tremendas, desde las primeras escenas en el tren hasta la última, en que se ve a sí mismo regresando en su vejez a visitar otra vez el fresco de la iglesia. Su propio amigo, el arqueólogo, no le dice la verdad acerca de su deserción, a pesar de su intimidad. La mujer del pastor, que parece romper esa soledad, mantiene una relación bastante distante. Pero, sobre todo, se aprecia una angustia profunda, claramente espiritual, al no percibir que ese Cristo que él observa obsesionado es la verdadera revelación de Dios para el hombre, capaz de proporcionarle la paz que hasta ahora no ha conocido. A pesar del mal testimonio que de Dios dan los que se llaman sus hijos, tanto en iglesias muertas espiritualmente, como en el falso pietismo o en la fría ortodoxia, desligadas del Espíritu de la Palabra. Aun en medio de la tormenta, puede haber esperanza…
Director: Pat O′Connor. Intérpretes: Colin Firth, Kenneth Branagh y Natasha Richardson. Gran Bretaña, 1987.
Este artículo se publicó originalmente en la revista Kalos (nº 1) en 1988). Ha sido transcrito por Anna de Kraker y adaptado por el autor..
Escrito en Madrid por José de Segovia el (2011-07-21) . Hasta el día de hoy esta página ha tenido 4414 visitas.

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