Artículo escrito por José de Segovia en Madrid el 22 de Enero de 2020 ·.·★ Lectura de 5 minutos o 963 palabras.
Chesney Henry Baker nació en Yale, Oklahoma, la víspera de la noche de Navidad del fatídico año 1929, que sumió al país en una inmensa crisis económica. Cuando era todavía pequeño su padre le regaló un trombón, que pronto cambió por la trompeta, que le llegaría a hacer famoso. Cantaba en el coro de la iglesia, y tocaba básicamente de oído. Al acabar la escuela secundaria en 1946, es alistado cuando tenía 16 años y enviado a Berlín, donde forma parte de una banda militar. Al volver a los Estados Unidos, aprende teoría y armonía musical en Los Ángeles, mientras empieza a actuar en los clubes de jazz. Abandona al año siguiente sin embargo sus estudios, para volver a ingresar en el ejército en 1950, donde continua tocando, hasta que decide dedicarse a la música profesional.
Después de actuar un tiempo con Stan Getz, hace una audición para tocar con el más importante músico de jazz de los años cincuenta, el saxofonista alto Charlie Parker, con el que debuta en un club de Los Ángeles en 1952. Sus primeras grabaciones las hace sin embargo con el cuarteto de Gerry Mulligan, que tenía la particularidad de no usar el piano. Crea entonces ese estilo lírico y controlado, que va a caracterizar el sonido cool de la costa oeste. No estuvo sin embargo más de un año en el grupo, porque Mulligan es arrestado por un delito de drogas el año 53. Es entonces cuando forma su propio cuarteto, haciendo sus primeros discos como cantante para el sello Pacific. Su voz era mínima y dolorida, pero le daba un extraño toque melancólico a su etérea trompeta.
Baker muere el año 88 en Holanda, al caer de una ventana. Algunos creen que le tiraron, otros piensan que murió suicidado. Pero lo más probable es que estaba drogado, tuvo una discusión con los empleados del hotel, e intentó regresar a su habitación para recoger sus cosas. Se deslizó entonces por el exterior del edificio, tropezando el píe, para caer después al vacío. Tenía 58 años. A pesar de haber escrito algunas de las páginas más brillantes de la historia del jazz, a su entierro apenas acudió una treintena de personas. En la fachada del Hotel Prins Hendrik, enfrente de la Estación Central de Ámsterdam, hay ahora una placa conmemorativa. Aparece allí su imagen tocando, junto a la inscripción: "Para todo aquel que esté dispuesto a escuchar y sentir, seguirá viviendo en su música". Pero ¿qué le llevó a esa vida turbulenta?
Se dice que él sigue viviendo en sus grabaciones, pero la verdad es que su trompeta ya no suena más. Aunque un día, cuando nadie lo espera, "en un momento, en un abrir y cerrar de ojos" sonará otra trompeta. No una trompeta cualquiera, sino "la trompeta final" (1 Corintios 15: 52). "Porque se tocará la trompeta", pero con voz de ángel, "desde un extremo del cielo hasta el otro" (Mateo 24:31). No sé dónde estará entonces Chet Baker, pero tal reverberación resonara por todo el universo. Porque será "la trompeta de Dios" (1 Tesalonicenses 4:16).
El sonido de esa trompeta anunciará la venida del "Rey de reyes y Señor de señores" (Apocalipsis 19:16), proclamando la libertad del Jubileo eterno (Levítico 25). "Cuando los muertos serán resucitados incorruptibles" (1 Co. 15:52), podremos ser transformados, libres al fin de todas las ataduras que ahora nos esclavizan. Me gustaría que ese día estuviera también Chet Baker tocando su trompeta al píe de ese trono blanco. Sonaría como nunca... Aunque me temo que esté tan avergonzado, que no encuentre lugar dónde esconderse.
Esta es la versión resumida del artículo Perderse con Chet Baker
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