Reseña

Perderse con Chet Baker

Se estrena ahora en España el documental que hace 22 años hizo el fotógrafo Bruce Webber sobre el músico Chet Baker. Let′s Get Lost

Perderse con Chet Baker

Modificado el 2009/10/06

Se estrena ahora en España el documental que hace 22 años hizo el fotógrafo Bruce Webber sobre el músico Chet Baker. Let′s Get Lost (′Perdámonos!) reconstruye esta atmosfera de jazz en blanco y negro, llena de humo y poesía, del hombre cuya voz y trompeta dio un nuevo significado a la palabra melancolía. Este film premiado en el festival de Venecia y nominado en su día para el Oscar, presenta la patética vida de este artista maldito, que pasó de estar rodeado de bellas mujeres y coches caros, a caer al vacío desde su habitación en un hotel de Ámsterdam, el mismo año que se hizo la película. Seguimos la vida de este popular músico de los años cincuenta, desde el amanecer de su radiante imagen juvenil en la playa, hasta la penumbra de una larga noche. Toda una historia de decadencia y caída, escrita en su rostro roto, que nos lleva del coro de la iglesia a una oscura cárcel, hundido en el abismo de la droga.

Chesney Henry Baker nació en Yale, Oklahoma, la ví­spera de la noche de Navidad del fatí­dico año 1929, que sumió al paí­s en una inmensa crisis económica. Cuando era todaví­a pequeño su padre le regaló un trombón, que pronto cambió por la trompeta, que le llegarí­a a hacer famoso. Cantaba en el coro de la iglesia, y tocaba básicamente de oí­do. Al acabar la escuela secundaria en 1946, es alistado cuando tení­a 16 años y enviado a Berlí­n, donde forma parte de una banda militar. Al volver a los Estados Unidos, aprende teorí­a y armoní­a musical en Los ángeles, mientras empieza a actuar en los clubes de jazz. Abandona al año siguiente sin embargo sus estudios, para volver a ingresar en el ejército en 1950, donde continua tocando, hasta que decide dedicarse a la música profesional.

Después de actuar un tiempo con Stan Getz, hace una audición para tocar con el más importante músico de jazz de los años cincuenta, el saxofonista alto Charlie Parker, con el que debuta en un club de Los ángeles en 1952. Sus primeras grabaciones las hace sin embargo con el cuarteto de Gerry Mulligan, que tení­a la particularidad de no usar el piano. Crea entonces ese estilo lí­rico y controlado, que va a caracterizar el sonido cool de la costa oeste. No estuvo sin embargo más de un año en el grupo, porque Mulligan es arrestado por un delito de drogas el año 53. Es entonces cuando forma su propio cuarteto, haciendo sus primeros discos como cantante para el sello Pacific. Su voz era mí­nima y dolorida, pero le daba un extraño toque melancólico a su etérea trompeta.

UN NUEVO JAMES DEAN

Su imagen juvenil se empieza a explotar como un nuevo James Dean. Hace por eso incursiones en el cine, y graba la música del documental de Robert Altman sobre la vida de aquel actor, fallecido repentinamente. Comienza entonces sus giras por Europa, pero también su adicción a la heroí­na, que va a hundir rápidamente su carrera. Tiene entonces sus primeras experiencias carcelarias a causa de los narcóticos, que le llevan a afincarse en Italia, donde pasa año y medio en prisión, antes de ir Alemania, donde también es arrestado, siendo finalmente expulsado en 1964. El año 68 le acaban rompiendo la mandí­bula, perdiendo varios de sus dientes por una deuda pendiente. Y su atractiva figura de los años cincuenta, conocida por las fotos de las portadas de William Claxton, se va haciendo cadavérica. Su gesto sinuoso y atormentado le convierte en los años sesenta en un artista maldito.

Baker muere el año 88 en Holanda, al caer de una ventana. Algunos creen que le tiraron, otros piensan que murió suicidado. Pero lo más probable es que estaba drogado, tuvo una discusión con los empleados del hotel, e intentó regresar a su habitación para recoger sus cosas. Se deslizó entonces por el exterior del edificio, tropezando el pí­e, para caer después al vací­o. Tení­a 58 años. A pesar de haber escrito algunas de las páginas más brillantes de la historia del jazz, a su entierro apenas acudió una treintena de personas. En la fachada del Hotel Prins Hendrik, enfrente de la Estación Central de ámsterdam, hay ahora una placa conmemorativa. Aparece allí­ su imagen tocando, junto a la inscripción: ′Para todo aquel que esté dispuesto a escuchar y sentir, seguirá viviendo en su música′. Pero ¿qué le llevó a esa vida turbulenta?

CUANDO LA TROMPETA SUENE

Chet era por supuesto un genio, pero fue utilizado para presentar al público norteamericano un artista blanco, cuyo aspecto elegante y deportivo anunciaba un estilo de vida más sano que los músicos de color, que se estaban muriendo entonces a causa de la droga. La verdad por supuesto era muy diferente. Tras ese aspecto de vida sana, estaba una vida al borde del abismo. En medio de su tortuosa relación con las mujeres, Baker viví­a una creciente adicción a las drogas, que le hace tratar constantemente con la policí­a y la mafia, mientras intenta esconder su dolor, en una amarga noche que le lleva camino de la autodestrucción y la miseria. Abandonó mujeres e hijos, para acabar siendo esclavo de esa supuesta libertad, que le hace hundirse hasta el fondo.

Se dice que él sigue viviendo en sus grabaciones, pero la verdad es que su trompeta ya no suena más. Aunque un dí­a, cuando nadie lo espera, ′en un momento, en un abrir y cerrar de ojos′ sonará otra trompeta. No una trompeta cualquiera, sino ′la trompeta final′ (1 Corintios 15: 52). ′Porque se tocará la trompeta′, pero con voz de ángel, ′desde un extremo del cielo hasta el otro′ (Mateo 24:31). No sé dónde estará entonces Chet Baker, pero tal reverberación resonara por todo el universo. Porque será ′la trompeta de Dios′ (1 Tesalonicenses 4:16).

El sonido de esa trompeta anunciará la venida del ′Rey de reyes y Señor de señores′ (Apocalipsis 19:16), proclamando la libertad del Jubileo eterno (Leví­tico 25). ′Cuando los muertos serán resucitados incorruptibles′ (1 Co. 15:52), podremos ser transformados, libres al fin de todas las ataduras que ahora nos esclavizan. Me gustarí­a que ese dí­a estuviera también Chet Baker tocando su trompeta al pí­e de ese trono blanco. Sonarí­a como nunca... Aunque me temo que esté tan avergonzado, que no encuentre lugar dónde esconderse.


Reseña escrita en Madrid por el y actualizado por última vez el 2009-10-06.


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